miércoles, enero 24, 2007

Feriantes: la vieja guardia de los emprendedores

por landi

De visita por Buenos Aires (fui porteña, pero ahora lo soy sólo en ocasiones), recorrí el domingo por la mañana San Telmo con ojos de turista. El barrio se ha convertido en una gran feria ambulante, en la que artistas, artesanos y otros vendedores despliegan sus mercancías en puestos de tablones o simplemente sobre los adoquines de la angosta calle Defensa. La feria arranca casi desde la Plaza de Mayo y llega hasta el Parque Lezama, creando un corredor turístico donde, hasta hace pocos años, había una desolación pintoresca pero nada más, exceptuando la Plaza Dorrego y sus antigüedades.

La oferta va desde pulseras y collares, cinturones y billeteras, souvenirs varios de fútbol, tango o el Che, juguetes de madera y metal, cuadros, objetos de decoración y otras artesanías ofrecidas por lo general por sus propios creadores, hasta antigüedades, ropa de segunda mano, libros usados, Cds y DVDs truchos... La oferta se completa con jugos exprimidos, panchos al paso, bandas de jazz, guitarristas tangueros, estatuas vivientes y dos ancianas que perduran desde antes del boom: una que menea su minifalda y sus piernas enfundadas en red negra al ritmo de un tanguito y otra que con humor improvisa en una batería hecha de latas y ollitas. Turistas y paseantes como yo dejamos una moneda por aquí, un par de pesos por allá y hasta un cupón de tarjeta en los puestos más sofisticados.

La situación se reproduce en Recoleta, Palermo, Costanera Sur, La Boca, Parque Rivadavia, Ponpeya y muchos otros rincones de la ciudad.

Cada feriante es un emprendedor animado alguno por el simple espíritu de lucro, pero los más por ganarse la vida haciendo lo que les gusta (y en este día en particular, disfrutar entre mate y mate con coferiantes la hermosa mañana de sol). Los feriantes, producen, compran, venden, viven de pequeñas diferencias que hacen en el camino; mueven la economía desde la base...

En las ferias nació el comercio, los bancos y hasta la Bolsa. Hoy miles de argentinos viven de estas antiguas formas de comercio que nacieron en las plazas y ahora se extienden por calles y avenidas. De acuerdo con el último Censo Económico realizado en 2004, hay en el país más de 30.000 puestos de feria oficiales, y por lo tanto una cantidad igual de personas que viven, al menos parcialmente, de su trabajo en puestos callejeros antes que en oficinas y edificios cerrados.

Mi cálculo es que esta cifra se ha duplicado en los últimos años con el boom del turismo y la economía acelerada. Sólo en la feria de La Salada, una gran economía en su mayoría ilegal, existen más de 10.000 puestos. Leía la semana pasada que mueve más de 9 millones de dólares por semana en falsificaciones de grandes marcas...Aquí ya es otro el negocio.

Vuelvo a Bariloche, y me encuentro con la feria de artesanos del Centro Cívico, la de la calle Moreno, la de Colonia Suiza, la de El Bolsón...pero también, en cada calle donde pueda pasar un turista hay una mantita desplegada con artesanías, en este caso con un toque autóctono como los ceniceros de nudo de coihue o las bandejas copetineras de lenga.

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